Los libros electrónicos (e-Readers), en su materialidad de dispositivos socio-técnicos, ya están entre nosotros. La polémica sobre el futuro del libro en papel recuerda otras similares sobre el uso de los canales telemáticos en la prestación del servicio al consumidor (banca telefónica, banca por internet, cajeros automáticos vs. atención personal en oficina). Si una cosa nos enseña el cliente es que es “multi-modal”, “multi-canal”, que no sólo no tiene problema en adecuar cada dispositivo a sus peculiares necesidades, sino que va a transformar el sentido de la relación con el proveedor haciendo que sea éste quién deba plantearse como gestionar su “mediada” identidad.
Como en la adquisición de otros “juguetes tecnológicos” seguramente la fantasía de apropiación de un “objeto de deseo” constituya, en buena parte, la motivación que nos va a instaurar en la posición envidiada de early adopters (el significarse como “de los primeros” parece constituirse cada vez más en un elemento de diferenciación social, aunque debamos pagar por ello el precio de adquirir productos que son, hoy más que nunca, release candidate, versión candidata a definitiva).
Cuestión aparte es si los e-Readers, además de objeto de deseo, son o pueden ser “objetos deseantes” y, si es así, hacia dónde dirigen la producción de su deseo.
Instalémosnos en la observación participante y analicemos al “dispositivo-lector con base de carbono” en su interacción con dicho objeto socio técnico: artefacto-de- policarbonato-con-corazón-de-silicio-enfundado-en-tapas-simil-piel. Forma de sujeción del ídem: recuerda a la prueba de lectura en el proceso de graduación en el oculista. Actitud del sujeto: “encapsulado”, similar a los oyentes de mp3 pero sin el suplicio de la música mantra. Interacción sujeto-objeto: puntual, leves movimientos del pulgar sobre el botón desplazamiento página. Rol de otros actores: focalización disimulada en dispositivo y sujeto (identificación aparato, asignación presupuesta de tag a sujeto (friki, rarit@)), ningún intento de leer en página ajena... uf.
En definitiva, una interacción que remite simbólicamente a desafección, aislamiento, encapsulamiento, individuación onanista. Valores todos ellos concordantes con el proceso de “liquidez/liquidación” de nuestra sociedad occidental fluida.
El carácter “aséptico” del e-Reader, en tanto objeto deseante, puede limitar su capacidad de contagio y por consiguiente de adopción entre un público mayoritario, toda vez que carece de algunas de las funciones que el libro en papel, en tanto soporte o continente, dispone: deixis (de hacerse ver, de hacerse notar, de señalar su presencia distintiva como título); conformadora (generadora de una presión hacia lo que ahora está de moda, se está leyendo, base para la creación de best sellers); denotadora de status, aunque ya sobrepasada por la generalización educativa, sigue estando presente como referente residual en el amueblamiento del hogar.
El e-Reader necesita encarnarse, dotarse de corporeidad, hacerse cuerpo para ser visible, para acercarse simbólicamente al concepto de “objeto biográfico” del que hablaba Violette Morin en el 69 (“forma parte no sólo del entorno sino también de la intimidad activa del usuario... objeto y usuario se utilizan mutuamente y se modifican recíprocamente en la más estrecha sincronía... Inmiscuirse entre el objeto biográfico y su poseedor es siempre, en potencia o en realidad, una operación de voyeur”) y alejarse del contravalor como “objeto cosmocéntrico o protocolar”:
“El consumidor de objetos automatizados está hoy día sobrecargado de bienestar y sin embargo sus gestos, que ponen en marcha las máquinas, son desvitalizados e inexorablemente reducidos a nada. Es la hora del sinsentido y de los amores ausentes. Algunos objetos declarados 'in' porque todo es 'out' tienen quizá la función de exhibir esos momentos de indecisión entre todo y nada, se convierten en los objetos innominados, o no figurativos como se ha dado en llamarlos; transtornados en su propia masa, limitados por el azar, bloques de cualquier cosa, Rorschach fastuoso, desafían la lentitud de la inteligencia” (Violette Morin, “El Objeto biográfico”, Los objetos. Comunicaciones, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1969).
Si el bricolaje fue en la época de Violette Morin un intento de rebelión cultural para hacer frente al exceso de asepsia de los aparatos modernos y funcionales (“Los progresos de los aparatos modernos continúan aseptizando la vertiente nauseosa de los antiguos y a testimoniar una emancipación irreversible respecto de la vida material. Pero sus antibióticos son a veces demasiado poderosos como para que la vida mental obtenga de esos progresos beneficios tan evidentes”), hoy en día los objetos diseñados y producidos como “release candidates” y los usuarios forzados a ser testadores de los mismos, brindan un marco fluido donde construir un e-Reader cohabitable con el Libro en soporte papel: ese es el rol en el sueño de los “dispositivos lectores con base de carbono”.
Qué interesante la idea de "El carácter “aséptico” del e-Reader, en tanto objeto deseante, puede limitar su capacidad de contagio y por consiguiente de adopción entre un público mayoritario, toda vez que carece de algunas de las funciones que el libro en papel..."...
ResponderEliminarDe momento creo que el carácter tecnomágico de estos chismes -incluso como release candidates- es más que suficiente para empujar su consumo... aunque no el de determinados contenidos, que, como bien dices, quedan ocultos.
Con todo, debe ser parte de la fluidez "liquidinosa" que nos envuelve, porque en el metro cada vez se ven menos portadas de libros y más forros...
Por lo demás, completamente de acuerdo: Nohay que desesperarse, el consumidor es multimodal, los libros no se mueren.