Hoy, nuevamente, una voz ha pasado a instaurarse en el campo del recuerdo.
Hubo un tiempo en que palabras como “libertad” debieron ser cantadas y gracias a ello se formaron los "trazos de la canción" en los que gestamos nuestros mitos de renacimiento, de surgimiento de un mundo nuevo.
Vino el “mundo nuevo” y pocos reconocieron en él las esperanzas puestas. De pronto se nos exigió el olvido como expresión de reconciliación hacia aquéllos que nunca renunciaron a lo que fueron.
Poco a poco las tardes de invierno en el aula con la estufa de carbón, el rosa rosae, los “grises”… se convirtieron en las batallitas que sólo en momentos de relajación etílica y ante iguales nos atrevíamos a contar.
Asistiremos, una vez más, en este mundo conformado y amnésico, a una puntual loa de la singularidad y la autenticidad, no tanto como reivindicación del deber ser, sino como una concesión momentánea a la tozudez y la cabezonería del que se empeñó en seguir siendo cabal.
Mientras tanto, iremos recogiendo los fragmentos de lo que una vez fuimos con la compulsión de aquél que ha hecho del síndrome de Diógenes la memoria de lo que ya no es.
Reflexiones desde uno y otro lado del camino, a propósito de los Tiempos Líquidos.
domingo, 19 de septiembre de 2010
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