La sala de espera de un hospital o el trayecto diario en el metro, ejemplos de no lugares de los que habla Marc Augé, siempre me han resultado extrañamente inquietantes por la vivencia del tiempo que en ellos es posible sentir. Para ser más preciso diría del “no tiempo” que en ellos acontece (asumo la contradicción de hablar de un acontecimiento de no-tiempo).
El esplendido análisis que realiza Marc Augé de los no lugares como producto de lo que él denomina sobremodernidad, remite a experiencias que todos hemos sentido cuando estamos ante alguno de tales no lugares (otros no lugares serían: los espacios de los aeropuertos, las autopistas, los centros comerciales, los espacios de tránsito de las grandes urbes, etc.):
“El pasajero de los no lugares hace la experiencia simultánea del presente perpetuo y del encuentro de sí”, “el espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud”, “se viven en el presente”, “el no lugar es lo contrario de la utopía: existe y no postula ninguna sociedad orgánica”...
La soledad y la experiencia del “presente perpetuo” aparecen como productos de los no lugares, como componente esencial de toda existencia social. De ahí, que Marc Augé proponga que los no lugares constituyen, hoy más que nunca, un genuino “espacio antropológico”, y como tal objeto de análisis de la etnología, o mejor aún de una “etnología de la soledad”:
“Ya no hay análisis social que pueda prescindir de los individuos, ni análisis de los individuos que pueda ignorar los espacios por donde ellos transitan... En el anonimato del no lugar es donde se experimenta solitariamente la comunidad de los destinos humanos. Habrá, pues, lugar mañana, hay ya quizá lugar hoy, a pesar de la contradicción aparente de los términos para una etnología de la soledad”. Marc Augé, “Los no lugares. Espacios del anonimato”, Editorial Gedisa.
Con todo, la dimensión temporal de los no lugares (anclados en el presente perpetuo) resulta el aspecto que personalmente concibo menos logrado del análisis de Marc Augé, toda vez que la misma se deriva como contraste o contraposición a lo “histórico”, a la posibilidad de historia, de los lugares.
Ciorán, desde sus peculiar visión existencial del ser humano, creo que vislumbró con mayor claridad qué significado hay que dar a la soledad, el presente perpetuo o el no postulamiento de ninguna sociedad orgánica de la que habla Marc Augé a propósito de los no lugares.
La reflexión que Ciorán realiza, como ser humano que “ha caído del tiempo”, brinda un marco que debería ser objeto de una profundización sociológica sobre cuál es la ubicación en el tiempo del hombre sobremoderno, postmoderno o como queramos autodenominarnos. Sirvan como ejemplos sus siguientes reflexiones:
“Mientras permanecemos dentro del tiempo, tenemos semejantes, con los que nos proponemos rivalizar; en cuanto cesamos de estar en él, ya no nos importa en absoluto lo que hagan ni lo que piensen de nosotros, porque estamos tan separados de ellos y de nosotros mismos, que producir una obra o tan sólo pensarlo nos parece ocioso o descabellado.. (..) El tiempo constituye -no queda más remedio que reconocerlo- nuestro elemento vital; cuando nos vemos desprovisto de él, nos encontramos sin apoyo, en plena irrealidad o en pleno infierno. O en los dos a la vez, en el hastío, nostalgia insatisfecha del tiempo, imposibilidad de alcanzarlo y de introducirnos en él... ¡Haber perdido tanto la eternidad como el tiempo!. El hastío es la cavilación sobre sobre esa doble pérdida. Lo que equivale a decir el estado normal, el modo de sentir oficial de una Humanidad expulsada por fin de la Historia”.
“A fuerza de permanecer sentados al borde de los instantes para contemplar su paso, acabamos no distinguiendo ya en ellos sino una sucesión sin contenido, tiempo que ha perdido substancia, tiempo abstracto, variedad de nuestro vacío” E.M.Cioran, “La caída en el tiempo”, Tusquets Editores.
Como decía al principio, creo que cuando estoy en los no lugares también estoy caído del tiempo.
Reflexiones desde uno y otro lado del camino, a propósito de los Tiempos Líquidos.
lunes, 17 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Como de costumbre, me gustan más tus análisis que los de Ciorán o los de Augè.
ResponderEliminarLamentablemente, me paso muchos tiempos muertos (bonita metáfora castellana para el no tiempo descrito...)en salas de espera de hospital, y algunos otros en itinerancia, con lo cual sé de qué estamos hablando...
En efecto, en los "no tiempos" citados hay una contracción doble del tiempo, que se fuerza sobre sí mismo, para encontrar en el fondo del hueco así creado sólo tu conciencia: estás solo con tu mismidad, contigo mismo, en suspenso.
Personalmente me siento más expulsada del tiempo en las estaciones de autobuses cutres, que no ofrecen ningún consuelo a la sensación de desvalimiento momentáneo que me asalta cuando las piso. Algo parecido me ocurría en la estación de Nuevos Ministerios de REnfe...
En realidad, los espacios desangelados o "no espacios" me producen una sensación de "no existencia", o, para decirlo sin pedantería, sensación de vivir una existencia que no le importa a nadie.
En una sala de un hospital no es lo mismo. El espacio está hiperpoblado. La inacción es producto del exceso de gentes y tareas por hacer. Lo que ocurre es que ese hiperespacio suspendido en mitad del tiempo nos arroja desde el mundo público o social a nuestro mundo íntimo, a esta situación (mía o de los otros, de los que también esperan su turno y con los que juego a contemplarme recíprocamente desde los lugares fugaces y cambiantes que vamos ocupando, a esta situación nuestra, digo, elevada a la enésima impotencia, a la realidad que trae consigo una enfermedad no propia (la enfermedad propia NO TIENE TIEMPO, eso es distinto a tener no tiempo, ¿verdad?). Dicha enfermedad consorte, se hace falla inacabada en la enfermedad crónica. Ése sí es un no tiempo, una ocasión estancada, no muerta, no viva, un giro crudelísimo del tiempo forzado hacia el quiebro personal, un infierno hondo, cercano, hiperpresente... Nada de "no tiempo". hipertiempo, que no es lo mismo. el tiempo que acompaña la cronicidad.